jueves, 23 de abril de 2009

Prototipo de piloto

Grandes conductores ha dado este país, algunos de motos, como Angel nieto, otr4os de fórmula uno, como Fernando Alonso, otros de Rally como Carlos Sainz o el incipiente cántabro Dabi Sordo a cuyo padre tengo el placer de conocer, entiéndase conocer como hablar con el no reconocer. Pero es normal que en este país haya grandes conductores teniendo en cuenta la cantidad de kilómetros que hacemos para, por ejemplo, marcarnos un polvo. En primer lugar, por norma general, las áreas de descanso y los parques temáticos están lejos de los núcleos de población, cosa que hasta cierto punto es normal, algunos en lugares de difícil acceso, propios de los rallyes más importantes del mundo, o hemos de acceder a ellos llevando nuestros vehículos al límite de velocidad permitido por la Dirección General de Tráfico, que no olvidemos que lo hace todo por nuestra seguridad en especial la colocación de radáres en las carreteras en ningún caso por afán de recaudación, así por ejemplo un radar en un recta estará situado en el lugar de bajada ya que es “realmente” donde se encuentra el peligro no por ser más fácil rebasar la velocidad permitida, otros lugares urbanos tienen el inconveniente del aparcamiento, teniendo que dar vueltas alrededor del lugar con un radio cada vez mayor.
Pero no contentos con la expedición hasta esos lugares algunos, una vez alcanzado el lugar deseado y tras un periodo de espera, más menos largo dependiente de la paciencia (calentura) del individuo, se dedican a hacer un circuito en el lugar seleccionado. Lo más llamativo es en las autovías, normalmente hay áreas de descanso a ambos lados de la vía, entonces, nuestro conductor en potencia, realiza visitar periódicas a ambas áreas de descanso, no sea que pierda oportunidad en alguna de ellas, siendo su tiempo de estancia media cada vez más inferior, inversamente proporcional a su estado de excitación y, por desgracia, desesperación causada por el sentimiento que se tiene tras haber conducido un buen rato con la idea de conseguir un buen polvo y ver cómo transcurre el tiempo sin obtener beneficio alguno. Si durante ese entrenamiento casualmente encuentra, en alguna de sus múltiples paradas, un individuo que cumple los cánones, cánones que a medida que avanza el tiempo son cada vez menos exigentes, comienza la danza del apareamiento, paseo, mirada, cigarro si fuma, mirada hacia el horizonte en espera de que el individuo de una señal que demuestre interés, y si no es una muestra de interés seguramente el lo creerá y comenzará la descarga de adrenalina moviendo el punto pensante cada vez más abajo y llevándole a ese punto sin retorno en el que será capaz de hace o decir cosas que ni por asomo creía que era capaz. Pero en ese punto el individuo acechado arranca su vehículo y retoma camino hacia su destino, quedándose con el punto pensante comenzando a subir hacia su lugar original, dándose cuenta que lo que él creía que eran señales no eran más que hechos fortuitos malinterpretados. Mientras el individuo que ha salido como alma que lleva el diablo va pensando en lo que aquel tío estaba haciendo, que parecía como si se le insinuara o, por el contrario, que pesado era que no le dejó intentar ligar con el que estaba un poco más lejos, que quizá debiera perfeccionar la forma de decir a alguien que no estaba interesado. Quizá no estaba lo suficientemente salido como para rebajar los cánones de su búsqueda o simplemente no entendió nada de lo que allí pasó.
Mientras tanto, nuestro futuro campeón de rally, emputecido por el fallido intento, retoma los manos de su vehículo y se dispone, con el pensamiento de lo que pudo haber sido y no fue, ha dirigirse hacia el otro lado de la autovía porque lo más importante en estos tiempos de crisis es rentabilizar la inversión, el tiempo así que, como ya tenía decidido, no se ira de allí hasta que consiga quitarse la calentura. En ese momento, en el área de descanso del otro lado, ve como aparca un camión. Raudo se dirige a su vehículo y toma dirección al otro lado de la autovía, tres minutos de conducción en los que ve como se lo monta con el fornido transportista que, casualmente, cumple con todos los cánones que él siempre ha buscado. Se lo monta en la cabina, porqué es su sueño. Se va empalmando en el camino y cuando llega al parking del área se encuentra que aquello parece el parking del Centro Comercial, como por arte de magia han aparecido coches que, casualmente, le suenan. Le suenan porqué son los mismo coches que ha visto aparcados a ambos lados de la autovía en sus múltiples visitas de la jornada, que han estado haciendo lo mismo que él, es decir ejercitándose en la conducción. Pero para él esto no es más que un pequeño contratiempo, porqué el conductor es su tipo, aunque no lo haya visto, y sale del vehículo para formar parte del desfile cuando, para sorpresa de todos, el transportista sale del aseo y, sin mirar alrededor, se dirige a su camión, saca una botella de agua, bebe, sube a la cabina y continúa ruta.
Como por arte de magia el parking se queda vacío, nuestro personaje se ve solo, aburrido, cansado, su calentura se ve superada por las circunstancias, la luz del combustible se enciende en el momento que arranca, aún tiene que volver a casa pero ha pasado la tarde, no como pensó unas horas antes, pero volverá, tardará unos días, pero finalmente el deseo podrá con su descontento.
Mientras tanto el transportista, que paró caliente como un mono, salió acojonado por la cantidad de gente que le hacía la ola, y unos kilómetros más adelante paró en otro área donde sólo había un individuo que al principio no le hizo mucho caso pero que, tras unos momentos de charla, llegaron a un acuerdo.

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