Siempre fue un hombre ligado a la religión, en su mente están recuerdos de su etapa escolar en que aprendió lo que quería decir el hermano Ginés, profesor de latín, cuando explicaba que la leyenda decía que roma fue fundada por Rómulo y Remo que fueron amamantados por una loba, y que llevó a su máxima expresión cuando intentaba hacer lo mismo con algunos alumnos siendo él la loba y cambiando los pechos de la misma por uno de sus apéndices que no creo necesario explicaros cual era. Posteriormente pasó a ser monaguillo en la parroquia de su barrio y se vio tan bien con los hábitos que siempre que tenía ocasión cambiaba los pantalones por una falda, no por sentirse atraído por la cosa del travestismo sino por la sensación de libertad que le proporciona la falda. Expuesto esto podréis pensar que es una persona liberada pero lo cierto es que a pesar de haber vivido la transición y de acudir al desfile del orgullo gay primero de observador y más tarde de animador, por supuesto socio cultural, en su localidad es una persona respetada, como manda la tradición, entregada a su familia y a sus hijos.
Pero como todos sabemos la cabra siempre tira al monte y en una de esas huídas hacia adelante descubrió, por casualidad he de decir, que en el área de descanso situado en el kilómetro 348 de la A62 se podían encontrar escenas de la infancia de Rómulo y Remo con diferentes personajes y puestas en escena, es lo que tiene ir a comprar toallas a Portugal, si bien en aquella primera ocasión no tuvo el tiempo suficiente para interpretar los cinco actos de la obra, es decir acercamiento, tocamientos, exposición de argumentos, reparto de papeles, es decir quien hace de loba amamantadora y quien de Rómulo y/o Remo y finalmente la lactancia en sí misma, se quedó pensativo y aturdido, de forma y manera que cuando volvió al coche y retomó el camino hacia Vilar Formosa en busca de la apreciada felpa, comenzó el ritual que el Hermano Ginés le indicaba que hiciera después de ser amamantado es decir el rezo del rosario pero en esta ocasión cambió los misterios dolorosos inicialmente por los luminosos pero pensó que sería más acertado rezar los gloriosos ya que había encontrado el camino para poder desarrollar su verdadera vocación que no era otra que la de actuar, especialmente aquel papel que tan bien dominaba y que tantas veces había representado aunque últimamente había dejado en desuso, no por falta de ganas sino más bien por esa doble moral que siempre le había doblegado. Cuando acabó con el último misterio glorioso, la coronación de la Santísima Virgen, pensó que no tardaría en rezar los gozosos, a todo esto se vio con quince bolsas en la mano llenas de toallas, sábanas y el inevitable bronce que su esposa había comprado no sin sorprenderse de que el antiguo monaguillo no había dicho que no a ninguna de las compras propuestas por ella, hecho que achacó al maravilloso acto sexual que veinticinco noches antes habían compartido, por supuesto dentro de los cánones de la Santa Madre Iglesia, es decir subiendo levemente el camisón, a oscuras completamente, y en la única postura conocida como el misionero, propia en esta pareja tan religiosa.
De vuelta a su pueblo, Madarcos, cambió el acudir al rosario por la inspección de las carreteras colindantes en busca de de algún área de descanso como el de Fuentes de Oñoro, no tardó demasiado en llegar a la N-1, tres rosarios más tarde conoció el área de Aoslos y si bien es cierto que no tenía demasiadas puestas en escena, sólo una con un único espectador, le fue suficiente para poder evocar sus mejores actuaciones y hacer cierto el dicho “lo que bien se aprende tarde o nunca se olvida”, tras un par de torpes movimientos, en los que arañó con los dientes el prepucio del contrario, fluyó a su mente las indicaciones del hermano Ginés indicándole que la lengua servía para ayudar a bombear y para rodear todo el “miembro” , que es la forma correcta de llamar a la polla, y a modo de flashback fue poniendo en práctica todas esas indicaciones ante el asombro del que hacía de loba que, al principio dudó de que aquello llegara a buen puerto, pero que duró menos que un caramelo a la puerta de un colegio porque realmente Rómulo o Remo había sido educado con gran acierto y disciplina. Una vez recompuesto y con el sabor del trabajo bien hecho comenzó con los misterios gozosos mientras se dirigía hacia su casa.
Actualmente se le puede ver actuar los martes y jueves en Aoslos y, por motivos de trabajo, en salidas a provincias siendo sus teatros preferidos Calatayud, SA Rafael y en verano en Oiartzun. Por supuesto ha ampliado su repertorio interpretando todo tipo de obras pero sin olvidar aquella que le llevo al estrellato “La fundación de Roma”, actualmente se define como un actor de usos múltiples y seguro que alguno le conoce y ha leído algún relato en esta web.
martes, 8 de junio de 2010
jueves, 4 de febrero de 2010
La ciudad siempre es la ciudad
En un lugar de la España rural, allí donde casi no pasa un coche y mucho menos un camión, donde para poder adquirir alimentos la forma más sencilla es ir al huerto o a la cuadra, vive nuestro protagonista de hoy, podemos llamarle Enrique siendo este nombre meramente indicativo y para nada aproximado a la realidad. Pues bien Enrique era un mozo de 42 años cuya vida había transcurrido entre aperos de labranza y fiestas populares, sabedor de sus inclinaciones sexuales sus relaciones físicas con otros seres humanos se habían ceñido a la Ángela, mujer no pública de la aldea de al lado, pero que había sido beneficiada por todos los paisanos de la comarca y a los intercambios de fluidos que realiza con mucha más asiduidad de la que él pensaba y menor de la que realmente deseaba, con el practicante que iba dos veces por semana a su casa para inyectar a su madre la medicina que la mantuvo con vida hasta hacía dos años. Su relación comenzó de una forma casual, como comienzan todas, cuando el practicante, en una de sus visitas semanales, le encontró saliendo de la ducha con una microtoalla que más que insinuar mostraba claramente aquello que Enrique siempre comparaba con la de los animales y creía que era pequeño, pero para el practicante era lo suficientemente grande y atractivo como para jugársela a un ligero manotazo que hizo que el trozo de tela cayese permitiéndole acudir a recogerlo y sin querer rozar lo que para Enrique era pequeño. De ese roce a los dos polvos por semana, alguno más en la época en que su madre empeoró, sólo transcurrió el tiempo necesario para que la sangre llenará el pene de Enrique dándole la suficiente tensión para que el practicante pudiese jugar con ella de la forma que él sabía.
Pero en el verano del año pasado llegaron unos modernos de la capital, demasiado modernos para casi todo el mundo, y Enrique estaba una tarde sentado en la fuente del pueblo cuando escuchó a dos de los modernos preguntarse si habría mucha distancia hasta el área de la autovía para hacer un poco de cruising. Dada la apariencia de los mozos Enrique intuyó que lo del cruising tenía algo que ver con lo que él hacía con el practicante y almacenó la palabra en su mente a fuego de forma que no se le olvidara. Desconocedor de su significado y motivado por las cada vez más espaciadas visitas del practicante siguiendo el consejo del maestro de la escuela pensó que la mejor forma de conocer el verdadero significado de la palabreja, que si algo sabía es que no provenía de la lengua de Cervantes, era acudir a un sitio de esos que tienen muchos libros y preguntarle al dependiente para que le indicara sobre cual era el que mejor información, y más detallada, tenía sobre la misma. Cierto es que en el pueblo estaba el ingeniero de montes que pasaba una vez por semana y, como persona culta, seguramente sabría el significado de la palabra, pero temiendo que preguntar por ello pudiera desvelar el verdadero motivo por el que dejo de salir con la Angelines, moza casadera del pueblo que estaba destinada a ser la madre de sus hijos mayormente por ser los dos los únicos casaderos del pueblo, decidió que ya que tenía que acudir a la capital para llevar los papeles de la subvención de la leche se acercaría a alguna tienda de libros para comprar uno sobre el tema.
El 25 de enero del presente a las siete treinta y cinco de la mañana subió Enrique con la carpeta de la subvención al autobús del Alsa con destino a la capital, tras dos horas y media de viaje llegó a su destino. Tras el café de rigor en el bar de la estación de autobuses se dirigió hacia la sección dos de la consejería de agricultura y ganadería, sita en una céntrica calle justamente enfrente de ese centro comercial que tiene las letras verdes y que tanto sale en la televisión. Entró en la susodicha sección dos y entregó los papeles de la subvención entregándole un maromo con una boca llena de dientes la correspondiente copia sellada de la misma. La primera parte del viaje estaba correctamente finalizada, en ese momento se dio cuenta que en siempre le habían dicho que en El Corte Inglés tenían de todo así que qué mejor lugar para preguntar por un libro sobre cruising, pensado y hecho, entró al centro comercial y justamente a la derecha se encontraba el departamento de librería donde se encontró con dos amables señoritas y un trajeado mancebo, no de farmacia precisamente, de unos treinta y muchos. Pensando que no le conocía y que nunca le iba a volver a ver se armó de valor, aunque no necesitaba mucho ya que era mayor su curiosidad, y se dirigió al trajeado empleado de El Corte inglés, sección librería y tras el saludo de cortesía le preguntó si tenían algún libro que explicase o tratase el tema del cruising. El empleado, todo un profesional que había realizado con destacada pericia todos los cursos impartidos por la empresa de trato al cliente y de cómo siempre había que satisfacer al mismo, sin inmutarse y con una sonrisa propia de un anuncio de almorranas tras la aplicación de la correspondiente crema le dijo a Enrique: “ Es tan amable de seguirme”. Enrique, aliviado por los conocimientos que los empleados tienen sobre estos temas modernos, sonrió y siguió al trajeado empleado. Sorprendentemente se alejaban de la sección de librería y Enrique pensó que estaría en alguna otra sección más específica que tratase temas más actuales. Se dirigieron al ascensor y el empleado presionó la tecla del tercer piso, la ascensión se vio envuelta por la tensión provocada por el desconocimiento de Enrique primero de hacia dónde se dirigían y en segundo lugar por la ansiedad de conocimiento. Ding Dong Tercera planta, se abren las puertas del ascensor y aparece la planta de Señoras, marujas en plenas rebajas a la búsqueda de saldos, el empleado, con la misma sonrisa que tenía desde el primer momento le indicó amablemente que le siguiera. Pasaron por las marcas de moda, por los abrigos, las gabardinas un cacho de zapatería y finalmente llegaron a los servicios siendo en eso momento cuando el empleado trajeado perfectamente preparado en técnicas de atención al cliente le indica que lo único que tienen en El Corte Inglés sobre cruising se encuentra en el interior del aseo de caballeros. Sorprendido Enrique, le da las gracias y, como es sabido que la curiosidad mató al gato, se dispone a entrar al aseo de caballeros de la plante de señoras de El Corte Inglés de la capital, tras traspasar las dos puertas de rigor, cosa que a día de hoy no ha entendido muy bien el porqué hay dos puertas para entrar al aseo, apareció ante él el aseo típico de esa cadena comercial, porque realmente parecen todos hechos a escuadra y cartabón, y al fondo, en donde se encuentran siempre los urinarios estaba un paisano orinando que al verle entrar se separó de la pared dejando a la vista de Enrique una hermosa polla. Lo que sucedió después digamos que fue cosa del instinto. Cierto es que no sabe aún muy bien que significa cruising, pero de momento sabe que tiene algo que ver con lo que él hacía, hace, con el practicante, sólo que en una forma más de ciudad. Por supuesto no obtuvo la suficiente confianza para preguntarle al dueño de la polla que le ayudó a entender mínimamente lo que significa cruising ya que tras el tremendo polvo que se echaron la polla, perdón el dueño de la polla, salió a la velocidad de la luz ya que le estaba esperando su esposa.
Pero en el verano del año pasado llegaron unos modernos de la capital, demasiado modernos para casi todo el mundo, y Enrique estaba una tarde sentado en la fuente del pueblo cuando escuchó a dos de los modernos preguntarse si habría mucha distancia hasta el área de la autovía para hacer un poco de cruising. Dada la apariencia de los mozos Enrique intuyó que lo del cruising tenía algo que ver con lo que él hacía con el practicante y almacenó la palabra en su mente a fuego de forma que no se le olvidara. Desconocedor de su significado y motivado por las cada vez más espaciadas visitas del practicante siguiendo el consejo del maestro de la escuela pensó que la mejor forma de conocer el verdadero significado de la palabreja, que si algo sabía es que no provenía de la lengua de Cervantes, era acudir a un sitio de esos que tienen muchos libros y preguntarle al dependiente para que le indicara sobre cual era el que mejor información, y más detallada, tenía sobre la misma. Cierto es que en el pueblo estaba el ingeniero de montes que pasaba una vez por semana y, como persona culta, seguramente sabría el significado de la palabra, pero temiendo que preguntar por ello pudiera desvelar el verdadero motivo por el que dejo de salir con la Angelines, moza casadera del pueblo que estaba destinada a ser la madre de sus hijos mayormente por ser los dos los únicos casaderos del pueblo, decidió que ya que tenía que acudir a la capital para llevar los papeles de la subvención de la leche se acercaría a alguna tienda de libros para comprar uno sobre el tema.
El 25 de enero del presente a las siete treinta y cinco de la mañana subió Enrique con la carpeta de la subvención al autobús del Alsa con destino a la capital, tras dos horas y media de viaje llegó a su destino. Tras el café de rigor en el bar de la estación de autobuses se dirigió hacia la sección dos de la consejería de agricultura y ganadería, sita en una céntrica calle justamente enfrente de ese centro comercial que tiene las letras verdes y que tanto sale en la televisión. Entró en la susodicha sección dos y entregó los papeles de la subvención entregándole un maromo con una boca llena de dientes la correspondiente copia sellada de la misma. La primera parte del viaje estaba correctamente finalizada, en ese momento se dio cuenta que en siempre le habían dicho que en El Corte Inglés tenían de todo así que qué mejor lugar para preguntar por un libro sobre cruising, pensado y hecho, entró al centro comercial y justamente a la derecha se encontraba el departamento de librería donde se encontró con dos amables señoritas y un trajeado mancebo, no de farmacia precisamente, de unos treinta y muchos. Pensando que no le conocía y que nunca le iba a volver a ver se armó de valor, aunque no necesitaba mucho ya que era mayor su curiosidad, y se dirigió al trajeado empleado de El Corte inglés, sección librería y tras el saludo de cortesía le preguntó si tenían algún libro que explicase o tratase el tema del cruising. El empleado, todo un profesional que había realizado con destacada pericia todos los cursos impartidos por la empresa de trato al cliente y de cómo siempre había que satisfacer al mismo, sin inmutarse y con una sonrisa propia de un anuncio de almorranas tras la aplicación de la correspondiente crema le dijo a Enrique: “ Es tan amable de seguirme”. Enrique, aliviado por los conocimientos que los empleados tienen sobre estos temas modernos, sonrió y siguió al trajeado empleado. Sorprendentemente se alejaban de la sección de librería y Enrique pensó que estaría en alguna otra sección más específica que tratase temas más actuales. Se dirigieron al ascensor y el empleado presionó la tecla del tercer piso, la ascensión se vio envuelta por la tensión provocada por el desconocimiento de Enrique primero de hacia dónde se dirigían y en segundo lugar por la ansiedad de conocimiento. Ding Dong Tercera planta, se abren las puertas del ascensor y aparece la planta de Señoras, marujas en plenas rebajas a la búsqueda de saldos, el empleado, con la misma sonrisa que tenía desde el primer momento le indicó amablemente que le siguiera. Pasaron por las marcas de moda, por los abrigos, las gabardinas un cacho de zapatería y finalmente llegaron a los servicios siendo en eso momento cuando el empleado trajeado perfectamente preparado en técnicas de atención al cliente le indica que lo único que tienen en El Corte Inglés sobre cruising se encuentra en el interior del aseo de caballeros. Sorprendido Enrique, le da las gracias y, como es sabido que la curiosidad mató al gato, se dispone a entrar al aseo de caballeros de la plante de señoras de El Corte Inglés de la capital, tras traspasar las dos puertas de rigor, cosa que a día de hoy no ha entendido muy bien el porqué hay dos puertas para entrar al aseo, apareció ante él el aseo típico de esa cadena comercial, porque realmente parecen todos hechos a escuadra y cartabón, y al fondo, en donde se encuentran siempre los urinarios estaba un paisano orinando que al verle entrar se separó de la pared dejando a la vista de Enrique una hermosa polla. Lo que sucedió después digamos que fue cosa del instinto. Cierto es que no sabe aún muy bien que significa cruising, pero de momento sabe que tiene algo que ver con lo que él hacía, hace, con el practicante, sólo que en una forma más de ciudad. Por supuesto no obtuvo la suficiente confianza para preguntarle al dueño de la polla que le ayudó a entender mínimamente lo que significa cruising ya que tras el tremendo polvo que se echaron la polla, perdón el dueño de la polla, salió a la velocidad de la luz ya que le estaba esperando su esposa.
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