¿Qué hace que sepamos que alguien está en ese lugar a lo mismo que nosotros? Está cuestión siempre me costó contestarla, quizá sea la experiencia, que dicen que es un grado, o la intuición, ya sabemos lo que se dice que tenemos un sexto sentido para localizar a los colegas que entienden entre la multitud, pero en cualquier caso el miedo a meter la pata nos coloca casi siempre en una situación de duda que, salvo excepciones evidente, termina en la frustración. Muchas veces nos encontramos en un parque temático, de los que todos sabemos de sobra ya su localización, y nos sentimos atraídos, más que sea momentáneamente por un paisano que se ha bajado del coche y, sin saber muy bien porqué ya que no le ha dado tiempo a hacer nada, sabemos, con un margen de error pequeño, que acaba de parar en busca de los mismo que nosotros que estamos allí desde hace un buen rato. Pero aún con la certeza nos da pavor meter la pata y esperamos a que nos dé una señal clara de su postura y aún así tememos el rechazo, cuan baja tenemos la autoestima que nos impide entablar una conversación con alguien. Seguro que muchos estáis pensando en la cantidad de veces que por miedo al rechazo habéis dejado de probar suerte con alguien enmascarándolo de duda cuando realmente era inseguridad.
Hoy, como cada sábado posterior al 28 de Junio, se celebra en día del orgullo gay, que se celebra para instar a la tolerancia e igualdad de los homosexuales, bisexuales y transexuales hecho este que me parece perfecto y digno de todo mi apoyo pero creo, quizá equivocadamente, que somos nosotros los primeros en promocionar las diferencias con los demás. Creo que legislar a favor de la igualdad es algo positivo y que ayuda a la normalización, que es mucho más fácil en grandes ciudades, pedir que un paisano, o paisana que hay que ser políticamente correcto, que vive en una ciudad media o pequeña o un pueblo de Castilla, para así crear normalizar su situación es pedir demasiado aunque haya leyes que le protejan, no veo a Mario y Vicente pasar por el ayuntamiento o el juzgado para normalizar su situación, que llevan 17 años juntos, en un pueblo de 800 habitantes y, si bien todos creen saber lo que hay, sería un tema de conversación para los restos aunque seguramente los que vinieran después tuvieran el camino más llano. Es decir la realidad depende de donde se viva, de cómo sea uno, porqué hay personas que no necesitan demostrar nada a nadie para ser felices, viven como cualquier persona con la diferencia que se acuestan, comparten, discuten y se reconcilian con una persona de su mismo sexo. Quizá, por mi profesión, me veo abogado a no hacer pública mis preferencias sexuales y no ocultaré que durante muchos años negué la mayor siguiendo los roles de los heterosexuales más convencidos, hemos avanzado, pero quizá el avance sea individual más que colectivo, al paso de los años te das cuenta que lo importante es estar bien con uno mismo y para ello has de vivir en consecuencia con tus creencias, sean las que sean.
Pero, retomando el inicio del escrito, diré que ciertamente pienso que los más excluyentes somos nosotros mismos ya que no somos capaces de normalizar nuestras relaciones acudiendo a zonas temáticas, áreas playas, parques y demás más propios de una época pasada en la que intentábamos ocultarnos. Quizá sea el morbo que nos producen estos sitios, o la inmediatez de la respuesta a un estímulo, pero sea como fuere reincidimos en estos lugares y nos comportamos como seres socialmente excluidos, quizá si nosotros nos comportásemos de una forma normal los demás nos vean acepten como somos, que es lo que realmente debe de ocurrir. Por eso, en esta fecha, me gustaría que cada uno de nosotros lo viva más que como una reivindicación como una normalización, haciendo aquello que siempre hace sin necesidad de mostrar un hecho diferencial que realmente no existe.
Hoy, como cada sábado posterior al 28 de Junio, se celebra en día del orgullo gay, que se celebra para instar a la tolerancia e igualdad de los homosexuales, bisexuales y transexuales hecho este que me parece perfecto y digno de todo mi apoyo pero creo, quizá equivocadamente, que somos nosotros los primeros en promocionar las diferencias con los demás. Creo que legislar a favor de la igualdad es algo positivo y que ayuda a la normalización, que es mucho más fácil en grandes ciudades, pedir que un paisano, o paisana que hay que ser políticamente correcto, que vive en una ciudad media o pequeña o un pueblo de Castilla, para así crear normalizar su situación es pedir demasiado aunque haya leyes que le protejan, no veo a Mario y Vicente pasar por el ayuntamiento o el juzgado para normalizar su situación, que llevan 17 años juntos, en un pueblo de 800 habitantes y, si bien todos creen saber lo que hay, sería un tema de conversación para los restos aunque seguramente los que vinieran después tuvieran el camino más llano. Es decir la realidad depende de donde se viva, de cómo sea uno, porqué hay personas que no necesitan demostrar nada a nadie para ser felices, viven como cualquier persona con la diferencia que se acuestan, comparten, discuten y se reconcilian con una persona de su mismo sexo. Quizá, por mi profesión, me veo abogado a no hacer pública mis preferencias sexuales y no ocultaré que durante muchos años negué la mayor siguiendo los roles de los heterosexuales más convencidos, hemos avanzado, pero quizá el avance sea individual más que colectivo, al paso de los años te das cuenta que lo importante es estar bien con uno mismo y para ello has de vivir en consecuencia con tus creencias, sean las que sean.
Pero, retomando el inicio del escrito, diré que ciertamente pienso que los más excluyentes somos nosotros mismos ya que no somos capaces de normalizar nuestras relaciones acudiendo a zonas temáticas, áreas playas, parques y demás más propios de una época pasada en la que intentábamos ocultarnos. Quizá sea el morbo que nos producen estos sitios, o la inmediatez de la respuesta a un estímulo, pero sea como fuere reincidimos en estos lugares y nos comportamos como seres socialmente excluidos, quizá si nosotros nos comportásemos de una forma normal los demás nos vean acepten como somos, que es lo que realmente debe de ocurrir. Por eso, en esta fecha, me gustaría que cada uno de nosotros lo viva más que como una reivindicación como una normalización, haciendo aquello que siempre hace sin necesidad de mostrar un hecho diferencial que realmente no existe.